La causa principal de los líderes fracasados

¿Cuál es el destructor más grande del liderazgo?

¿Qué puede socavar tu potencial más rápido que cualquier otra cosa? ¿Cuál es la causa principal de los líderes fracasados—a nivel personal, organizacional y aún nacional—? ¿Cuál es el talón de Achiles que desarma a los líderes y los hace más vulnerables que cualquier otra cosa?

No es el dinero. No es la admiración. No es el negocio. No es la logística. No son los números.

El destructor más grande de tu liderazgo es la arrogancia; el orgullo.

¿Por qué? Porque la arrogancia y el orgullo dicen, “Yo soy mejor”. Para que tu llegues a tener esa perspectiva de ti mismo, es porque menosprecias a los demás. Para llegar a eso tienes que degradarlos, faltarles el respeto y no honrarlos como merecen.

Proverbios 16:18 nos dice que “al orgullo le sigue el fracaso”. Como líderes, necesitamos estar extra alertas y asegurarnos que nuestra seguridad y autoestima no se transformen en arrogancia. Es muy probable que estés rodeado de personas que te afirman, te animan, te alaban y te levantan. Nunca permitas que sus voces te hagan pensar que eres mejor que los demás.

Entonces, ¿cómo identificamos cuando estamos comenzando a sucumbir a la arrogancia? No es tan fácil. Lo que lo hace difícil es que muy pocas personas—especialmente aquellos que son empleados por nosotros—tendrán el valor de decirnos, “Eres orgulloso”. La gente murmurará entre ellos y se lo dirán a otras personas, pero muy raramente se acercarán a ti para decírtelo en tu cara.

Esto significa que como líderes, necesitamos estar conscientes de nosotros mismos y percatados de nuestras actitudes y comportamiento. Necesitamos constantemente recordarnos a nosotros mismos que hemos llegado a donde estamos gracias a otros y que sin otras personas, nunca podremos llegar aún más lejos. Es esa humildad, esa dependencia de otros, el antídoto para el destructor más grande del liderazgo: la arrogancia.